
Eran las 20:30h de la tarde cuando me me di cuenta que llevaba todo el día con el mismo pensamiento.
Comprarme un billete de avión para irme a una isla de la Polinesia y desaparecer por unos días. Me visualizaba debajo de una sombrilla mirando al océano, un buen libro y poco más. Observando el paisaje, jugando con la arena, un baño en esas aguas cristalinas… Y sobretodo, lejos, muy lejos. Nada de tecnología, silencio y calma.
¿Sabéis ese espacio de silencio que te permites cuando estas en medio de una relajación donde nada más importa que tu tranquilidad mental, meterte en tu burbuja imaginaria y que nada ni nadie te moleste? Esa isla fue mi refugio, espacio, burbuja durante todo el día. Tenía que ausentarme en todos los sentidos y darme un respiro.
Lo que viene siendo huir de la realidad, de mi vida en el último año. Un día a día lleno de incertidumbre, visitas continuas al hospital, ingresos, más días malos que buenos, decisiones muy complejas, tratamiento tras tratamiento, preocupación constante… y un sinfín de cosas desagradables que pesan.
El resultado es que estoy agotada, ya no físicamente que también, mental y emocionalmente. La capacidad de resiliencia viene de caerse y conseguir reponerse, pero hay que caer y que puta mierda es hacerlo.
Necesito un descanso de mi mente, de mis emociones, de mi vida. De tratar de controlar cómo me encuentro física, mental y emocionalmente y lanzarme al vacío.
Y eso es de una valentía admirable porque saber que estás en el abismo de las profundidades, exponerte, admitirlo y no tratar de controlarlo, es que tienes que serlo.
Es un acto de vulnerabilidad increíble. Y ¡cuidado! porque ser vulnerable no significa ser débil, nada que ver con ello. Ser vulnerable significa arriesgarte y exponerte a lo que no conoces, lanzarte a ese abismo en el que desconoces lo que hay allí abajo, a sentir miedo y aún así tener el coraje de hacerlo. ¡Eres un valiente!
Y no me siento un fraude por como os estoy mostrando hoy que soy y afronto mi enfermedad crónica. Para llegar a estar “bien” y llevarlo con el humor, que siempre tratamos de mostraros en cada entrada, hay que pasar por aquí, si o si, puedes tratar de evitarlo todo lo que puedas o quieras pero llegarás.
Y te aseguro que te liberarás, soltarás una carga que te has ido colocando y que pesa a veces demasiado.
Convivir con una tarita activa o como dice una chica de instagram y me encanta el verbo (@veropenar), transitar la enfermedad crónica es difícil y hay que vivir un proceso mental y emocional importante.
No lo vas a pasar una vez, lo vas a hacer muchas veces a lo largo de tu vida. En este último año he estado en este punto alguna que otra vez y de hecho el blog surgió de una caída, tropiezo, paréntesis o como quieras llamarlo. Y de cada caída que tengas, aprenderás algo nuevo que ir incorporando a tu caja de herramientas para afrontar lo próximo.
Deja una respuesta