Una sola voz…

¿Sabes esos sueños en los que quieres moverte y no puedes? Algo malo va a pasar pero tu cuerpo no responde, quieres gritar auxilio pero tampoco tienes voz, entonces tu mente le grita al cuerpo “¡MUÉVETE JODER QUE LO QUE SEA NOS VA A PILLAR! Y de repente, te despiertas o consigues moverte… y ahí se queda.

Qué angustia, ¿verdad? Te has despertado con el corazón a mil, te aseguras que todo está bien, mueves tu cuerpo, haces unas pruebas de voz, rollo los cantantes “Si, si, no, no…” y a dormir de nuevo porque solo ha sido un sueño.

Eso me hubiera gustado, que solo hubiera sido un sueño. Pero no, fue una realidad aplastante para mí y para todo el que estaba a mí alrededor. Fue un viaje en todos los sentidos que me arrastró hacia las profundidades.

Hoy he vuelto a ese viaje en décimas de segundo al escuchar una voz. Ni siquiera sabía que estaba almacenada en mi cerebro, pero vaya si estaba guardada. Desconocía a qué cara pertenecía esa voz, de hecho, al levantar la cabeza, me he dado cuenta que si me cruzara con esa persona, no hubiera reaccionado así, no hubiera sabido quién era. Quizás en algún momento llegué a verla, pero no era de su cara de lo que me acordaba.

Ufff, ha sido una vuelta a mi pasado más brutal haciendo sacudir todo mi cuerpo. Realmente me ha dado la vuelta como un calcetín.

Ahí estaba yo, tan tranquila en mi camilla de la consulta mientras me ponían el tratamiento. Y al oírle, ¡ZAS!, he entrado en un túnel del tiempo que me ha llevado a un momento en concreto, a la cama de la UCI donde estaba a punto de ser entubada por segunda vez en mes y medio.

La Voz: Miriam, ¿estás teniendo ansiedad, estás nerviosa? Dime que necesitas para poder ayudarte.

Yo: SI. NO ESTAR SOLA, ESTOY DESPIERTA (escribí).

La Voz: Si dejamos que un familiar esté contigo durante el día, ¿te ayudaría?

Yo: SI (escribí)

La Voz: Vale, no estás respirando bien por ti misma, ¿prefieres probar con la mascarilla toda la noche… o que te entubemos directamente?

En ese momento me habían colocado una especie de mascarilla que más que ayudarme, sentía que me quitaba el poco aire que entraba en mis pulmones. Sabía que mis padres estaban presenciando ese momento, notaba mucha gente a mi alrededor que no paraban de hablar, las máquinas no dejaban de sonar, y por supuesto, tenía la certeza de que me encontraba en un momento muy delicado por segunda vez.

Yo ya no escribí, mis padres que estaban allí tuvieron que decidir por mí. Sentía que la mascarilla que me habían colocado me iba a absorber toda la cara, cada vez me sentía más agobiada y finalmente me entubaron.

Esa situación se dio después de semanas ingresada en la UCI por la Miastenia. Estaba sufriendo una segunda crisis miasténica, si es que en algún momento consideré que había salido de la primera.

Todo empezó con la vista, no podía enfocar, convirtiéndose todo en doble hasta que los párpados echaron el cierre y todo se volvió oscuro, literal y metafóricamente. Después fue tragar, fuera lo que fuese que entraba en mi garganta, se atragantaba. Mi voz se tornó ronca, áspera, hasta que también se apagó. Cada músculo de mi cuerpo fue perdiendo fuerza hasta dejarme postrada en la cama. Una sonda para alimentarme, otra para mear y finalmente, una máquina que me ayudara a respirar. Toda la expresión de mi cara se borró, ningún músculo tenía fuerzas para hacer nada.

Pero yo estaba despierta, solo que mi cuerpo se había convertido en una celda de aislamiento donde no había forma de hacerles saber a los que me observaban que seguía ahí.

Mentalmente fue arrollador, llevaba semanas luchando por vivir y por mantenerme cuerda, mi mente paraba cuando me ponían la pastilla para dormir, aunque creo que en realidad seguía funcionando porque ni siquiera los sueños eran de unicornios. No podía compartir nada con nadie. La gente me hablaba, pero no había respuesta. Me esforcé mucho para mantenerme distraída, trataba de recordar buenos momentos que me hicieran sentir alegría, pero fue mucho tiempo y había momentos para todo. No me rendí jamás, solo que algunas veces lo hacía con más fuerzas que otras.

Estaba rodeada de personas maravillosas, pero las paredes de esa celda hacían sentirme sola y la ansiedad fue imposible de controlar. Algunos días, los pitidos de las máquinas se alteraban y algún compañero de esa gran habitación se iba al arcoíris, sentía un dolor terrible y además el pensamiento de que yo podría hacer también ese viaje, estaba presente.

Quería decirles que les estaba escuchando y comprendiendo todo lo que decían, tenía mil preguntas, necesitaba comunicarme. Esa celda no tenía un mínimo agujero donde asomarme hasta que pasó un tiempo y comencé a mover una mano.

Esa mano y un lápiz me ayudaron a comunicarme con el exterior y que todos los que tenía delante se dieran cuenta que dentro de ese cuerpo aparentemente dormido, sin vida, había alguien muy vivo.

Ella, la dueña de esa voz, fue capaz de ver más allá y darme lo que necesitaba en ese momento, no solo médicamente, sino emocionalmente para seguir avanzando y cubrir esa parte tan importante que en ocasiones nos hunde o nos da el impulso y que necesita cuidarse.

Cuando ella empezó a hablarme, consiguió que todo el ruido que había alrededor desapareciera. Puse toda mi atención en esa voz, lo que acababa de preguntarme me gustó, me gustó mucho. Y me dormí sabiendo que aunque empezábamos de nuevo esta carrera de fondo, sería diferente.

Hoy me hubiera gustado levantarme y decirle algo, un “gracias”, pero no he reaccionado.

Han pasado ocho años y ocho meses de aquello, y aunque nunca he tratado de olvidar esa etapa que tanto me enseñó, hoy el recuerdo me ha hecho tambalear un poco.

Gracias a todos los que nos cuidáis.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Crea un sitio web o blog en WordPress.com

Subir ↑

A %d blogueros les gusta esto: